domingo, 29 de mayo de 2011

ruidos





















Alguna vez sintió
tanto silencio
que creyó escuchar la turbina de un avión
que iba desde Colombia hasta las playas de Australia,
los lugares del mundo que se alejaban cada vez más...
Prestó atención y escuchó: el vecino de la casa infante
cortando el pasto un domingo,
a pesar de que era Jueves,
el jueves de un Hermoso Sol.
Escuchó también a los pájaros del amanecer
a las cinco de la tarde.
Y se quedó bien quieta,
hasta que prácticamente oyó
las caricias que sea hacían
las flores del árbol de mandarinas
del patio de su abuelo

L.

viernes, 27 de mayo de 2011

en nombre de quién. el representante polémico

Portar la voz, la voz del otro, llevarla adherida al cuero lo mismo que la ropa, usarla como medio de transporte (para llegar a la Feria del Libro por ejemplo), hablar en cuenta de otro, como si el otro no tuviera voz, como si la voz del otro no tuviera nada que añadir, como si el otro estuviera afuera precisamente de esa voz que habla por él sin incluirlo (...)
http://elindiegente.blogspot.com/2011/05/en-nombre-de-quien-el-representante.html


Juan Pas

miércoles, 25 de mayo de 2011

que la alegría le sienta mejor al mundo pese a toito

Por quien merece amor

                                                          

















                                                                                                                  a Sol

porque amarte es como sorber la brisa
porque en tus ojos anidan remolinos
porque tu sol es de fuego y va quemando
porque tu nombre invita a la esperanza
porque tus pies son vida y tus sueños noche
en que te acuno yo hasta que duerma
porque te supe ayer como al otoño
con sus hojas que acarician desde abajo
porque tu carcajada cura al mundo
y tu insolencia ciaga al miedo cojo
y tus lágrimas saben de ser lágrimas
y tu dolor me baña las raíces
porque naciste luz para endulzarme
porque te doy las manos con que escribo
porque lucho historias libres con sus cielos
para quienes siembran alas
                                     como vos.

C.

El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en la que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.


(Juan Gelman, de El juego en que andamos 1959)

soy mujer


me van los ovarios en eso
la bronca me va la sangre
soy mujer soy nadie
tendría que ser maestra o esposa
o vedette o estúpida o sumisa
tendría que estar
feliz porque Cristina está en el mando
feliz porque hay ilustres femeninas
que se cuentan con los dedos de la mano...
o por supuesto también con los del pie
total
a quién mierda le importa que importemos
total
mientras saquemos volantes y panfletos
el machismo recepta que existimos
total
ser mujer es más fácil que ser pobre
y ser pobre y mujer de maravillas
y lesbiana mejor y ser travesti
es la crem de la crem de la violencia
soy mujer y si un compañero tiene
muchas ganas de lamerse las pelotas
alza la voz o el porte o cualquier cosa
total
sana tradición la de seguirnos callando
total
somos putas sensibles o rebeldes sin causa
total
el capitalismo excede a la lucha de género
total
si nos cagan a palos nos encanta ser víctimas
total
la que abusan o violan la cagó por bonita
o por provocadora de erotismo indeseable
total
la igualdad en papeles me deja bien tranquila
soy mujer y gozo de humanos derechos
puedo votar e incluso lavarme los dientes

C.

¿Alcanzaría?

















si de la cara bonita
que me regaló el destino
me quitaran los ojos los perdiera
si dejaran de ver mis ojos chinos
¿qué me quedaría?
todavía las manos de caricia
con sus venas visibles
y sus dedos largos como puentes...
si me faltaran las manos con que juego
a tocar un mundo a querer los cuerpos
¿qué me quedaría?
los pies en la tierra caminantes
embarrados de futuro y esperanza
¿y si fueran los pies los que faltaran?
¿quedaría la sonrisa?
¿quedarían la lucha y los cien fuegos?
¿quedarían los colores de mi alma?
¿alcanzaría?
¿querría alguien besarme entonces
las cuencas vacías
                       de los ojos?

C.

huída

















Ella mira escondida
tras unas rejas
a su chico que juega con perros.
Sonríe
y su sonrisa le es devuelta.
Siente desde los pies hasta las manos
algo viscoso, tirante, como un chicle:
un tiempo sonoro y táctil.
No puede hacerlo quebrar
mientras la mira también ahora,
intranquilo.
Lo chicloso la llena, la invade
la muestra en la piel,
la agota.
Se sienta en un banco,
le da la espalda,
Espera.

L.

martes, 17 de mayo de 2011

sobre gustos... MALAGUEÑA SALEROSA

previa II




Llegó tarde la que había tomado el colectivo equivocado, o el correcto pero del otro lado, y fue como siempre la primera en manchar el mantel blanco, cuando de pasada, a mitad de un beso, volcó con el bolso una copa de vino, que tiñó una porción de pizza y cayó luego en la pollera de colores de la niña de la flor, que miraba de reojo la ventana. Eso sí: nadie pensó si saldría la mancha, se la tapó con un plato y dejó de existir.
Más o menos en la décima aparecieron tres bellos hombres, todos muy divertidos, pero casi sin rostro y sobre todo sin Agustín.
La mujer que tenía un ojo azul y el otro oscuro, como el de una muñeca de edición limitada, en secreto en la cocina contó su historia de brujas. Ella lo había visto, en su ropa: un hilito verde fosforescente, en sus bombachas y corpiños, y en ambos borcegos. "Puedo ser yo.Es cierto-decía-. Pero si no me acuerdo no lo soy". Había colgado de sus manos amuletos de ojos tintineantes y colorados. Había limpiado su casa con incienzo, la había liberado de espejos, según el protocolo...se veía asustada, entre sus dudas y suposiciones poco claras, porque como suele pasar la bruja no había sido clara y era difícil imaginar que alguien hubiera conseguido acceso y tiempo...
Mientras tanto algunos fumaban y pero la bella niña rubia le temía a esas cuestiones por historia, algo sobre ataques de pánico y posesiones satánicas, que la hacían asustarse de poco. Le había costado volver a dormir o estar sola en una habitación. 

Las risas volvieron y también las ganas de bailar. Se fue la luz de a poco. Cada lamparita apagada le dio tregua a las ojeras y a los labios violáceos...

La mujer-muñeca de la bicicleta se metía bajo la mesa y desde ahí salía como sorprendiendo, como esas cajas a las que les dan manija, mientra sabés que en cualquier momento sale, pero te contracturás esperando cuándo y ...
Entonces la niña del manchón de vino pensó que le gustaba sentirse cerca.Sabía sin embargo, que pensaba ese tipo de cosas para no pensar las otras. Miró a la niña de la flor, que sonreía de todo y con todos los presentes, miraba a veces desde lejos, pero para lejos también. Decía cosas tan bonitas que a todos daba ganas de abrazar. Su ropa era rara, porque cambiaba de color a contraluz, y era difícil verla sin parpadear. Sólo por momentos la mirada se le hacía oblicua y se le notaba fuertes ganas de llorar o de poder enojarse con alguien, pero se le iba en segundos, hablando, escuchando, o mirando hojas amarillas en el piso, imaginadas, porque pisaba un piso de mosaicos.
Le bastaba saber que era otoño y que afuera había cosas amarillas esperando sus botas de lluvia.




L.

martes, 10 de mayo de 2011

la canción de la chica descalza "el porro magangueleño"

previa I




















El hombrecito de saco y gorra con expedientes atados en paquete con elásticos tenía programado el reloj para que le dijera la hora cada minuto. Yo lo vi en el trole y lo invité a cenar. También estaba la muchacha que había soñado esa vez con Agustín, que se agarraba la pierna, la rodilla porque le dolía, y había estado buscándola, pero ella no lo reconocía hasta que supo su nombre, que despierta no le decía nada en absoluto...Reunidos en cena para contarse como siempre, y con el debido condimento gestual de dramatismo, e impotencia, cómo le duele a cada uno el mundo a partir de la segunda cerveza. La primera era amiga y aliada del silencio. Pero en poco rato la risa, y entre la tercera y cuarta de cada quien,  sobrevenían semblantes inquietos, asustados, lagrimeantes... la quinta: la de las sonrisas que cambiarían el mundo, o cada unimundo.
 El hombrecito en sus adentros, movía la cabeza frenéticamente, casi casi como una gallina. Sus ojos, demasiado abiertos para sus pocos objetivos, buscaban algo con qué entretener las manos, porque de haberlas tenido quietas se hubiera notado en su pulso un temblequete combinando en patetismo con el baile eléctrico de su cuello. A él le costaba mucho enterarse de si le hablaban, y sólo contestaba con fluidez luego de la sexta (cerveza, o tercer vino), pero para entonces quería decir tantas cosas atoradas juntas que era difícil seguirlo, y costaba no relacionarlo con el delirio, mirarlo con esa mirada de lejos que tiene la gente cuando desprecia (sin querer) algo que no entiende, porque desorienta. Ese pequeño momento detiene los pocos segundos que se le dedican,  genera un pequeño malestar que pide distensión instantánea, y cubre lo raro con un velo de invisibilidad tenue y condescendiente.
 Pero también estaba ella, la chica que esperaba a Agustín, sonriendo desde el principio, cuando le abrieron la ventana que tiene la cortina llena de colores fuertes y peces bordados, y le tiraron la llave para que subiera rápido a enterarse de un chiste que seguramente no le causaría demasiada gracia. Pero sonreiría todavía de contenta, como si él la esperara a la salida, o en casa con helado de chocolate blanco, o ya lo había hecho, daba igual, era festejable aun así. Luego de la segunda se quitaba sus zapatitos verdes, se acercaba a la computadora y ponía una canción que siempre la conmovía, una con tambores. Le encantaba compartirle canciones a la gente, y si la escuchaban (cuidado) cantaba sin parar. Descalza bailaba acompañada o sola, pese a frecuentes vergüenzas de las otras, que en nada la envolvían ni contagiaban. Invitaba a bailar de alegre y deseaba con todas sus fuerzas encontrarse algún poeta, conversar toda la noche de alguna cosa como el cuerpo caracol, las cosas que indignan, o los relatos míticos de apariciones dantescas en las noches de los pueblos norteños....

L.

domingo, 8 de mayo de 2011

Encuentros
























                                                                        
                                                                  a Lauri por sus derroches de armonía y de ternura

   Hace días que conmovida de hermosura pienso... si supiera contar esta historia, si pudiera escribirla, o si alguien lo hiciera, pero... ¿y si no la cuento? ¿y si alguien no la escribe?... entonces no dejo de pensarla... Creo que empezaba en algún silencio como las buenas historias, pero renuncio a acordarme y renuncio también a lograrle la belleza. Sé que estábamos planificando trabajar con la música este año, porque los niños, esos niños, nuestros niños tienen una voz de fuego que quiere salir a bailar y se alza en tambores y batutas. Y en un momento ella, que tiene un planta de flores-estrellas subiéndole desde la cadera, se distrae en la vida cotidiana y nos cuenta, nos habla del linyera que compra artículos en la juguetería-bazar en que trabaja.
   En la niñez de ella, veinte años y un poco más atrás, el hombre ya andaba,con la misma campera quizá -una de Belgrano abrigada y sucia que no conoce estaciones- y sonreía al cruzarse las boquitas simpáticamente abiertas de las niñas y aún lo hace "sería que disfruta con la alegría de otros" dice ella. No sabe bien si el hombre existió allí desde antes de su infancia o si su niñez simplemente nació con ese hombre, lo cierto es que, los años pasaron, ella se mudó de casa, de carrera, de amores, de trabajo; y volvió, como si tal cosa, al barrio, al centro, a esa juguetería y a ese hombre; como si el destino se burlara una y otra vez de la determinación humana. Entonces, contenta de este encuentro, nos relata, que el hombre vive en dos cuadras y por ellas pasea sus carros y su perro y su locura, sin preocuparse de un mundo más que del propio.
   La primera vez que entró al bazar pidió una olla, de esas de aluminio gigantes como para hacer un guiso colectivo y ella, presumiendo su indigencia pero plagada de cariño, le mostró una olla pequeña y bonita que él, por supuesto, no quiso. Fue esa vez, por otra compra, que descubrió que el "loco lindo", como le dice ella, era un hombre riquísimo, su billetera estaba plagada de papeles nacionales y extrangeros de alta suma, y se quedó de boca abierta. Ese montón de dinero, nos cuenta ella, es el que invierte, no en autos ni mansiones, sino en pilas de revistas siempre en el mismo quiosco -porque le gusta leer- o en la mejor comida para su perro, o en la olla que finalmente compró y llevó a pasear en los carros, como todos sus adornos del índole más diverso.
   Una vez ella lo vió pasar con una escalera, una escalera altísima de esas nuevitas de buen árbol, y al otro día la escalera y los carros se habían convertido en un trencito de vagones, que el linyera presumía por sus cuadras; y a la semana no había más escalera y ella infirió de las pocas palabras que le roba, que la había vendido como madera.
   Y así pasan sus días ahora, los de ella, mientras lo espía por un telescopio de niños desde la juguetería, y lo ve cortando cortezas o luchando a machetazos con un árbol, y se entera de que duerme en la plaza, a pierna suelta sin reparo, como bañado de luna. Y lo espera siempre, y le dice "usted es mi mejor cliente", y él vuelve alegre y le habla un poquito cada vez; y ella sabe ahora que fue dueño o es dueño de una gran empresa, que claramente no maneja ni le importa, y de ahí le vienen los dólares gastados en las bellezas simples con que colma sus carros; y ella le sonríe cuando entra por su puerta y él le señala una patineta expuesta entre los juegos y le dice, que tendría que ser más grande... para volar...

C.

miércoles, 4 de mayo de 2011

a veces

y a veces me dolés como el hambre del pobre
y a veces tengo el miedo de la niña perdida
y a veces soy como un clavo
                                      que cae
                                              y no suena
                                                           casi

C.

Anudada de mundo

                                    
           
al Dari

y yo te explico
que necesito elaborar mis contracturas
guardarme el dolor del mundo desde el cuello
todo el dolor del mundo hasta los hombros
para sacar amores por los ojos
y reirle a la vida con la sangre
y prenderme las flores que te gustan
y soñar con el cuerpo y hacer manos
que amasen los futuros de dulzura
de libertad de todos
                             de belleza

C.